DEL ESTADIO A LA REFORMA LABORAL

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Este texto está inspirado en una reflexión compartida por Patricio Barton en un audio reciente, que dispara preguntas necesarias sobre sentido común, trabajo y época.

Más allá del campeón de la final entre Estudiantes y Racing, hubo una imagen que vale la pena guardar. Una postal que dice mucho sobre cómo se construye el sentido común de esta época.

Muchas veces nos preguntamos por qué quienes creemos que lo colectivo es infinitamente superior a lo individual empezamos a perder la llamada batalla cultural. Y la respuesta no está solo en la política: la publicidad juega un rol central y nada inocente. Acá no hay casualidades. Todo apunta a instalar una forma de pensar que les permita avanzar, sin demasiada resistencia, sobre los derechos de los trabajadores.

Capaz te preguntás qué tiene que ver una publicidad con todo esto. Mucho.
Desde los medios, la publicidad no solo vende productos: vende valores, normas y modelos de vida. Construye sentido común.

Todos vimos la escena: la pelota entra a la cancha llevada por un pibe que hace delivery para una aplicación, con la mochila bien visible. No es un detalle menor. Antes era el autito de otra app; hoy es el trabajador individualizado, precarizado, sin derechos colectivos. Distintos formatos, mismo mensaje.

Que primero haya sido un autito y ahora sea un pibe con la mochila de una aplicación entregándole la pelota al árbitro —todo prolijamente sponsoreado— no es solo una imagen linda para la tele. Es una foto perfecta de cómo se construye el sentido común de época.

Ahí están las pistas de cómo nos ganan la batalla cultural. Porque la reforma laboral no se va a discutir en el vacío: se va a discutir en este contexto, en uno donde se naturaliza un modelo de trabajo sin derechos, sin sindicatos, sin estabilidad y presentado como “libertad”.

Ese es el sistema que viene: a terminar con el trabajo formal, en blanco, aun mal pago, pero con derechos y organización colectiva. Y ese sentido común se construye para que no haya resistencia, para que la gente crea que “es así”, que “no queda otra”, que “es lo moderno”.

Llevémoslo al extremo por un segundo. Imaginemos otra escena: la pelota entrando a la cancha llevada por un obrero metalúrgico destacado del año, por una científica o un científico del CONICET, por una maestra rural, por un médico de un hospital público. ¿Sería la misma foto? Claramente no. Y el sentido común que se estaría construyendo tampoco.

Entonces, ¿a dónde queremos llegar con todo esto?
A algo simple pero fundamental: el sentido común importa. Mucho. Porque si nos hacen creer que los sindicatos no sirven, que los convenios colectivos son cosa del pasado, que el trabajo en blanco “no existe” por culpa de las leyes laborales y que hay que flexibilizarlas, el camino ya está allanado.

Con una sociedad mansa, que no lucha y que no ve cómo la moldean desde lo simbólico, el desenlace es previsible. Y quizás, una vez más, las nuevas generaciones tengan que empezar de cero, como lo hicieron los trabajadores a principios del siglo XX.

Y mientras tanto, la pregunta sigue ahí:
¿Quién lleva la pelota?

Porque en este camino, queridos amigos, la pelota se va cada vez más lejos


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